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  Rafael Marco
  El Río Níger, donde manda el amor

Ahora mismo estoy en Gaya. Hace un rato pasé la frontera entre Benin y Niger. La frontera es el río Niger, un río solemne, grandioso, inesperado. Sorprende por su majestuosidad entre unas tierras austeras a dos pasos del desierto que lo ven pasar desconcertadas.



Vengo de Benin, de pasar unos días con Guillermo, también austero, metódico y madrugador que al punto de la mañana, antes de que salga el sol, está poniendo los caminos a la sabana, despertando los ánimos y los espíritus llamando a la oración, esta mañana en Kokiboru, ayer en Derubu y Gbasa…Luego sale el sol, más solemne todavía que el río Niger, que abre el día y enseguida calienta cuerpos y espíritus. Me imagino que también contemplará sorprendido el cauce y recorrido de sus comunidades que visita a diario, muchas, y que no se le olvida de ninguna.

- “Aquella es mi casa y esta también” dijo la rana que alguien arrojó del charco al río, cuenta un viejo proverbio fon.

Mi casa era Benin y ahora Niger donde he venido a visitar a otros hermanos: Isidro, que se ha convertido en pastor peul, bebe leche y come requesón, miel silvestre y dátiles siguiendo sus ganados de cebúes, cabras y algún camello por estas tierras semidesérticas con sus espléndidas barbas que ya empiezan a pintar canas, sal y pimienta.

- Son dromedarios, que sólo tienen una chepa.

Vale. ¿Para hacer qué? ¿para anunciar qué?, misionero, misionero. Isidro es misionero que traza sendas en el mar o en el desierto, da lo mismo; es que los peul no paran de caminar por las tierras bajas del Sahel en busca de pastos, además son musulmanes desde tiempo inmemorial. ¿Qué pito toca nuestro hermano Isidro por aquí? Y me viene a la mente, del libro de los proverbios, ese enigma que viene a decir: Hay tres cosas que me superan y una cuarta que no logro comprender: la huella de la serpiente en la roca, el trazado del águila en el aire y el surco del navío en el mar. La cuarta que no comprendo es el camino del hombre hacia la doncella.

Es el caminito donde manda el amor, ya lo habéis adivinado. Y es que no puede ser otro, no puede haber otra razón, tanto en el Sahel donde me encuentro ahora, como en la sabana de los caminos de Guillermo.

Hoy he pasado esa frontera y no comprendo cómo el río Niger, tan plácido, separa estos dos proyectos ¿o los enmarca?.

Rafael Marco, sma.